martes, 20 de octubre de 2009

Reflexiones en la inópia.

Habro los periódicos como cada mañana y me encuentro con la cruda realidad española, entiéndase cruda por poco madura, vivo ejemplo de ello es la mafestación del sabado pasado.

Manifestarse es un derecho reconocido en la Constitución Española, es un derecho fundamental inherente a la persona, hasta ahí todos de acuerdo. La cuestión no esta ahí, sino en el fundamentalismo católico que todavía se pregona en este país por una parte pequeña de la sociedad, dicen ellos que dos millones, siendo modestos y realistas ni trescientos mil.

No creo que una mujer aborte de manera gustosa, ya que esta totalmente comprobado que el hecho de realizar esta practica supone un perjuicio psicológico y físico, a veces incluso irreparable para la mujer. No creo que ninguna mujer se tome esto como una frivolidad.

La Iglesia con su postura sigue anquilosada en el pasado y nos demuestra que necesita demonizar todo lo que no le conviene, para no perder su cuota de poder moral o moralizante. Esta demonmización les lleva a llamar asesinas a las mujeres que practican el aborto, aunque esta lo practiquen por que hayan sufrido una violación.

La regulación del aborto era y es necesario, ya que la inseguridad jurídica que existía criminalizaba de manera injusta a médicos y mujeres. Lo peor de esto, es que todavía en nuestro país todavía se practica el "haz lo que yo diga pero no lo que yo haga". La hipocresía al poder.